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Ready or not? Taking innovation in the public sector seriously

Geoff Mulgan

De acuerdo a una lógica tradicional, las organizaciones públicas no pueden innovar. Las burocracias no tienen estímulos competitivos que lleven a la institución a crear nuevos productos y servicios. Sus reglas no consideran la creatividad u originalidad. Los servidores públicos son penalizados por cometer errores, pero nunca son recompensados por tomar riesgos exitosos. Entonces, mientras las empresas desarrollan nuevos chips, iPods y drogas, el lento y estancado sector público actúa como un obstáculo para todos los demás. Sin embargo, eso no es tan así tal y este documento lo evidencia.

Año publicación: 2007

Categoría: Artículos Académicos

País: United Kingdom

Idioma: Inglés


Extracto
Dos de las más profundas innovaciones de los últimos 50 años son el Internet y el World Wide Web, y ambas fueron iniciativas de organizaciones públicas. Mirando hacia atrás, podemos observar que las empresas no han sido particularmente innovadoras, al menos hasta finales del siglo XIX. En cambio, las innovaciones más importantes, como en comunicaciones, datos y energía, provinieron en gran parte de los gobiernos. La idea de que las empresas y los mercados son generadores de innovación, es muy reciente. Incluso hoy, la caricatura de las instituciones públicas como enemigos de la creatividad es refutada por la innovación de miles de servidores públicos de todo el mundo que han descubierto formas novedosas de combatir el SIDA, promover la aptitud, educar, vacunar poblaciones extensas o implementar nuevos métodos como inteligencia. Aún así, hay buenas razones para dudar de las habilidades actuales del sector público para innovar. Muchas ideas fracasan, se archivan, o simplemente se olvidan. Los servicios públicos siguen siendo débiles para aprender mejores modelos, y sólo algunos gobiernos tienen funciones, presupuestos, o equipos dedicados a la innovación en sus instituciones. De hecho, a pesar que algunos lo han hecho, ningún gobierno dedica tantos recursos como sí lo hacen para contar cosas, fiscalizar, monitorear, o realizar investigaciones tecnológicas o de desarrollo. Tampoco pueden dar explicaciones coherentes de cuánto invierten en innovar. ¿Cuál, por ejemplo, es la proporción razonable de gasto público para dedicar a innovación? ¿Es alrededor del 3 - 4%, lo cual es generalmente lo que se invierte en I+D, o el 20- 30% que es típico para biotecnología? ¿Bajo qué condiciones se debiese aumentar o disminuir? ¿Debería la innovación ser el trabajo de unidades especializadas, o debería ser parte del trabajo de todos? ¿Cuál es la tasa de éxito razonable para apuntar a innovaciones radicales: uno en dos, o uno en diez? La innovación pública no es siempre algo asimilado como bueno - y un mundo en el cual los servidores públicos deben experimentar continuamente con semáforos o impuestos en pensiones se transforma en una pesadilla. Pero la ausencia de seriedad sobre innovación es sorprendente, en contraste con lo abordado en el mundo de la ciencia y la tecnología. En ese sentido, no es de extrañar que el sector público no innove lo suficientemente rápido como para hacer frente a los enormes desafíos como el envejecimiento de la población, cambios climáticos o migración. Sin embargo, hay algunas señales tentativas de que esto puede estar cambiando. Algunos de los gobiernos más competentes en la prestación de servicios, están centrando cada vez más su atención en la innovación. Una presión es el aumento de las expectativas del público. Por ejemplo, en la economía actual, los sectores más grandes ya no son los automóviles, el acero o incluso las TI, sino que en las economías más avanzadas, el sector más grande es la salud. La educación representa el 5 - 10% del PIB. El cuidado de los niños y de los adultos mayores, está creciendo rápidamente y constituye alrededor del 5% en algunas economías. Estos son todos sectores en los cuales el gobierno es el actor principal, tanto como proveedor, financiador o regulador, y son todos sectores en los cuales la innovación sucede de muy distintas formas. La innovación pública no puede simplemente institucionalizarse o planificarse, sino que hay muchas cosas que los gobiernos pueden hacer para mejorar las posibilidades de que se creen nuevas ideas que generen valor público: pueden reclutar innovadores; pueden diseñar deliberadamente y testear nuevas ideas prometedoras; pueden proveer mercados para soluciones y resultados más allá de sólo generar insumos y diagnósticos; y pueden crear espacios protegidos donde las ideas radicales puedan evolucionar. Dentro de los últimos 30 años, los gobiernos han aprendido mucho sobre cómo ser más eficientes, y sobre cómo tratar a los usuarios más seriamente. Pero ahora, necesitan aprender nuevas habilidades - cómo innovar y servir a la ciudadanía, no sólo siendo competente en el presente, sino también estar preparado para el futuro.

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