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Consiste en que los participantes reflexionen y compartan en círculo al inicio y cierre de la actividad, de manera que puedan conectarse entre sí.
La invitación de posicionarse en un círculo, implica que los participantes tengan un momento para reconocerse unos con otros y conectarse con la lógica de tener una discusión en una actitud respetuosa de conversación y escucha profunda.
Al comenzar un taller, este espacio permite que que los participantes tomen contacto con la actividad que van a realizar y se desconecten de lo que estaban haciendo anteriormente y de sus preocupaciones externas. El espacio de cierre permite que los participantes reflexionen en torno a la instancia que acaban todos de vivir, y se de cierre al momento de manera de reconectarse con el entorno.
Es importante que los círculos consideren el uso de preguntas orientadoras, que sean escuchadas por todos los participantes.
1. Antes de iniciar la actividad, todos los participantes son llevados a un círculo de pie, espacio en el cual se puede agradecer la participación, realizar una breve presentación de cada uno de los presentes (nombre y de donde vienen).
Para este espacio es fundamental asegurarse que todos se vean con todos, cuando esto se logra, es cuando logramos tener un círculo real.
2. Una vez presentados, presentar alguna pregunta de inicio, pudiendo ser esta ¿qué expectativas tengo de esta actividad? o ¿por qué estoy hoy aquí?
3. Cuando todos hayan respondido vuelven a sus asientos y comienza la actividad.
4. Al terminar la actividad, se los convoca nuevamente a un círculo, y esta vez se puede introducir una pregunta como ¿qué rescato de la actividad de hoy? o se les puede pedir que señalen en una palabra ¿cómo me voy?
5. Finalizar aplaudiendo como un modo de celebración de lo realizado.
1. Espacio físico que permita realizar un círculo.